El hambre lo trae de vuelta. Ahora debe ir al comedor,
porque en cualquier momento servirán la medicación y la merienda. Espera que no
sea nada para masticar, porque casi no tiene dientes y se le dificulta morder
cosas duras o fibrosas, como la carne.
Se incorpora y estira un poco las piernas, están
entumecidas. Luego, se agacha para agarrar una libreta que está debajo de su
cama. Por
la tarde les leerá
alguno de sus textos a Jacinto y a otros internos que puedan
estar interesados.
Antes de salir, despierta a su compañero de cuarto que está
roncando en la cama de al lado.
—Vamos a merendar, Jacinto —le dice y lo zamarrea.